Se puede hablar con mucha gente de rugby en Uruguay; al mencionar a Guille Selves, lo único que se va a escuchar como respuesta es "paaaa, qué tipazo, bó".
Guillermo Selves Rodríguez nació en Paysandú en 1975. Ni por asomo aparenta sus 45 años, tal la vitalidad y energía que despliega. Sanducero hasta la médula, como sus padres, al poco tiempo de nacido dejó Paysandú para, con su familia "vivir en la estancia de mi abuelo, en Río Negro. Mi niñez fue increíble, fabulosa”.
"Soy muy apegado a la naturaleza y a los animales. Siempre quise ser o veterinario o ingeniero agrónomo; mi amor y conexión con el campo es total aún hoy en día" dice Guille.
La última vez que lo llamaron por su nombre completo, fue cuando se casó. Guille tiene varias historias que sorprenden. "Fui campeón nacional de gimnasia olímpica deportiva. Era muy bueno en eso. Empecé con el rugby en "Los Toros" en Young, una ciudad chica donde fui a vivir por el tema de la escuela. Allí hacía los dos deportes, pero si bien estaba entusiasmado con el rugby, cuando me tuve que decidir, lo hice por la gimnasia," cuenta.
Trébol de la suerte
Al regresar a Paysandú para hacer la escuela secundaria, sus compañeros lo invitaron a jugar al rugby en Trébol. Ocurrió lo obvio. "Desde entonces, nunca más dejé el club. Fui y soy un afortunado por ese hecho".
No es difícil calcular qué pasó durante ese momento crucial en su vida. "Mi grupo de amigos del colegio y del club, siguen siendo mis amigos de la vida. Jugamos juntos todas las juveniles en Trébol. Esa relación que se forjó tanto en el aula como en el club sigue indisoluble hasta hoy. Somos más que amigos. Algunos no siguen involucrados con el rugby, pero lo que nos dio se mantiene firme".
La separación de sus padres en su adolescencia hizo que se quede con su madre en Paysandú. “La admiro mucho,” dice. “Es la gran referencia de mi vida, un ejemplo a seguir de lucha, trabajo, de que el esfuerzo es todo. ¡Una incansable total!"
"Mi papá se fue a Montevideo y su ausencia me marcó. Después recompusimos la relación... De todas formas, el hecho de no tenerlo presente hizo que, de alguna manera, el club adoptara ese rol, junto a mis amigos y los padres de mis amigos. Ellos me ayudaron mucho a sobrellevar esta etapa que, familiarmente, fue bastante dura".
Diáspora sanducera
A los 19 años, Guille se fue a vivir a Montevideo, a 380 km al sudeste de su ciudad, su club y sus amigos. "Trébol no tenía esa división formada y justo nos llaman a mí y a cuatro amigos más, para una preselección uruguaya de esa categoría... Íbamos y veníamos los 380km cada vez que había entrenamiento. Nos hicimos muy amigos de unos chicos de Old Boys, donde terminamos jugando durante dos años," cuenta.
"Por ese entonces, en Montevideo había muchos de Paysandú, de Trébol, con edad de plantel superior."
La decisión se tomó enseguida. "Decidimos empezar el peregrinaje Montevideo - Paysandú - Montevideo. Creíamos que era lo correcto y nos dominaba ese amor por ayudar al club que nos había formado a que tuviese preintermedia, intermedia y que siguiera creciendo".
Camioneta, auto, ómnibus, en el vehículo que fuera, ese peregrinaje se inició en 1996 y no se detuvo más. Hoy sigue. "Cada quince días, cuando jugamos de local, viajamos para Paysandú".
Se siente vinculado a Trébol como jugador, entrenador y como familia. "Siento al club como un miembro más de mi familia; no es sólo un club. Trébol es mi vida; sin Trébol, no hubiese tenido ni por asomo el derrotero que tomé. El club es el epicentro de todo" dice, emocionado.
"Mi trabajo, mi pasión – todo se lo debo a Trébol. Me enseñó e inspiró en la vida, me preparó mentalmente, me dio cobijo, me formó... todo lo bueno que tiene el rugby de clubes, lo veo representado en mí. Y me esfuerzo por devolverle al club todo lo que puedo".
Una vida con la Celeste
Trabajó de todo en Montevideo. "Paseé perros, manejé una empresa de distribución de panificados, después seguí distribuyendo alimentos y, a los 29 años, a pesar de que me iba relativamente bien, me puse a estudiar Educación Física. Ahí me decidí: eso era mi pasión, era lo que quería ser y hacer".
"En 2008 arranqué como preparador físico de Los Teritos M20, equipo que sale campeón del primer Junior World Trophy en Chile y ascendemos al M20 Championship. En ese equipo jugaban Diego Magno, Ale Nieto, Garrafa Gaminara, Juancho Ormaechea.”
Así comenzaba una relación con los seleccionados nacionales que se mantiene. Como su rol en Trébol.
Mundiales de mayores, Mundiales juveniles, decenas de torneos y partidos con Los Teros y Teritos, Trébol… todo con un hilo conductor: el amor por el rugby.
"Todo lo que hice, lo hice siempre pensando en el rugby. Es mi pasión. Estudié Educación Física para especializarme preparación física de rugby. Todos los cursos y perfeccionamientos que hice, fueron con el rugby como guía, intentando siempre ser mejor en esto".
Más que un club
Guille lleva 25 años viviendo en Montevideo. "Eso de viajar cada 15 días a Paysandú, serán unos 1.600 km por mes.” Multiplicar eso por tantos años de visitas y regresos habla del orgullo y pasión que siente por su club.
Agrega que no es fácil tener dos trabajos en Uruguay. "En el club siempre me han tenido consideración y paciencia cada vez que me tocaba estar con la selección; nos hemos arreglado.”
“Eso tiene una importancia capital y significa muchísimo. Siento que siempre estaré en deuda con el club".
"Mi esposa Eleonora es un sueño y mis dos hijos son una cosa increíble, son el sostén de mi vida y pilares fundamentales en cómo nos hemos desarrollado como familia. Ellos también tienen a Trébol incorporado como algo indispensable. Cuando dicen que el club es la familia no dudan. Esa es una prueba cabal de lo que significa Trébol para todos nosotros".
Crédito ph: Agustín Basso/URU