Asociación de Rugby de Guatemala 07 de setiembre, 2020

Especialista en Defensa

Elizabeth Gramajo: médica, educadora médica de World Rugby, mánager, jugadora y además, paciente recuperada de Covid-19. Nos comparte desde Guatemala su singular historia.

Está en la primera línea de defensa contra el Covid; se infectó y se curó. Elizabeth es una pila de entusiasmo, optimismo y un ejemplo del amor por el deporte y su profesión. “Llegué al rugby por mi novio, en el 2011. Mis domingos se convirtieron en domingos de rugby, ya que lo iba a ver jugar. Al mismo tiempo, iniciaba mis prácticas hospitalarias como médica, por lo que tenía cada vez menos posibilidades de acompañarlo aunque siempre estaba pendiente”, explica.

Su carrera venía bien cuando “me pedían realizar alguna sutura, un vendaje, asistirlos en cancha. Incluso llegaron a mi casa a buscarme en alguna ocasión para ayudarlos luego de un partido o un entrenamiento. Y así, fui involucrando mi carrera con el rugby. Me encantaba sentirme útil, disfrutaba además de ver un partido, ser parte del él”.

Las satisfacciones también dieron a paso a situaciones más complejas. “Viendo un partido desde la banca, tuve que atender un paro cardíaco. Sin equipo médico, sin apoyo de ambulancia, únicamente un jugador que era paramédico y yo, entendí lo importante que era tener un botiquín para el club, y asistencia médica o paramédica en los partidos – comencé así a involucrarme más con la Asociación”, explica.

Hacer de todo

Ella dice que ha hecho de todo, y empieza a enumerar: “en un Sudamericano C en 2016, apoyé ad-honorem como médica a las selecciones mayores femenina y masculina de Guatemala. Mi novio era en ese entonces entrenador de la selección mayor femenina, así que lo ayudé también como Manager”.

Al surgir las oportunidades de viajar como manager, la enamoró otra faceta del rugby. “A principios de 2019, me inicié como jugadora. Fui como médica de mi club a un partido, y como no llegábamos a siete, me puse el uniforme y me animé a jugar”, cuenta orgullosa. Haber visto tanto rugby, saber que hacer, le permitió progresar rápidamente.

Tuvo una lesión importante en el tobillo izquierdo hace un año que requirio una operación. “Estuve fuera de todo por tres meses e incluso me perdí el Valentín Martínez 2019. Al no haber podido regresar a entrenar ni a jugar aún, sigo apoyando al rugby como médica y educadora”.

Su día a día como médica antes de la pandemia implicaba tomar trabajos extras para tener libres los domingos y acudir como encargada médica a las jornadas de la Liga Nacional, que requerían estar desde las 7am hasta las 4pm, organizando el apoyo paramédico y ambulancia. También se encargaba de la planificación y dirección de los Cursos de Primeros Auxilios, Nivel 1.

Cambio de agenda

Con toda actividad de juego frenada por la pandemia, “con otros educadores de Guatemala, acabamos de terminar un curso de actualización integral en rugby, vía zoom, de doce semanas de duración, para gente de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Panamá”.

“Lo más difícil en este tiempo ha sido tener que seguir trabajando luego de extenuantes turnos, llegar a preparar mi charla.”

En 2017, gracias al trabajo de educativo de World Rugby y Sudamérica Rugby hizo el curso de Educadora. “Ese año pude viajar a la Super Week en Medellín y sacar mi Nivel Dos de Atención Inmediata en el Rugby, además de convertirme en educadora.”

Para cumplir con el reto de impartir cursos, debió adquirir insumos ella misma. Al recibir una donación de un maniquí y un DEA pudo dar cursos más frecuentemente, necesitando dedicar más tiempo, estudio y actualización. “He podido viajar y realizar cursos en Centroamérica y conocer a más personas. Así que ha sido una experiencia nueva y muy bonita”.

Covid-19

No tan bonita ha sido su situación en el último tiempo. “Debido a la pandemia, cerraron la Clínica donde trabajaba; estoy actualmente en una Clínica para pacientes respiratorios a unos 100 km de mi casa. Inicialmente trabajaba en turnos de 24 o 48 horas, atendía un promedio de 35 pacientes al día, con mi traje de protección que no era muy completo…”, cuenta, entendiendo entonces saber qué pasó después.

“En junio, en un hisopado de rutina, salí positiva de Covid-19, por lo que tuve que estar en aislamiento durante 21 días. Si bien fui paciente asintomática y no sufrí muchos efectos de la enfermedad, me aterra pensar que hubiese podido infectar a mis papás, o abuelas ya que están en riesgo por edad y enfermedades crónicas asociadas”, explica.

Afortunadamente, nadie en su familia se enfermó y pudo retornar a trabajar sin inconvenientes, tan solo modificando su horario laboral, de lunes a viernes de 7 am a 4 pm.

“Actualmente tenemos un protocolo muy riguroso de vestimenta, y andar con el traje protector todo el tiempo es agotador; no puedo tomar agua frecuentemente, tengo que limitar mi tiempo de comida, el clima donde trabajo es muy cálido, así que cuando no funciona el aire acondicionado… es insoportable estar así”.

No ve la hora de que termine esto y vuelva el rugby. Lo afirma con unas ganas que invitan a soñar. “Al llegar a casa tengo marcas de la mascarilla y del traje, me duelen las orejas y la nariz, pero sé que es necesario utilizarlo. Y solo quiero llegar a casa los fines de semana y poder sentirme libre por unos momentos.”

“Me gusta lo que hago, y lamentablemente ahora solo puedo enfocarme en ser médica, y no tanto en el rugby; espero con ansias poder volver a asistir a jornadas los domingos, y ver el deporte del que me enamoré desde hace años. Y si se puede, más adelante regresar a jugar nuevamente a pesar de mi lesión”.