Desde su gestación a su puesta en marcha, más todo el trabajo que tuvo y tiene en medio, el programa "Pelota al medio de la Esperanza" que se lleva a cabo en escuelas de Montevideo y zonas aledañas, es un éxito. Lo cuentan sus protagonistas.
Carlos Arboleya, hooker de Trébol y jugador de Los Teros en la Rugby World Cup 2015 en Inglaterra, tuvo una visión en el año 2009 mientras cursaba sus materias finales de Economía en la Universidad de Montevideo.
Esa idea era entrar con el rugby -en principio- a las cárceles. Pensó que sería una buena idea llevar "su" deporte y con ello, el legado del rugby, a una sociedad que tendría así la posibilidad de conocerlo, adoptarlo y aplicarlo aún, estando los destinatarios, privados de su libertad.
"Ese trabajo inicial en el COMCAR (Complejo Carcelario Santiago Vázquez, en Montevideo) dio buenos resultados. Incluso se hizo hasta un estudio al respecto y se publicó un paper científico. Sin embargo, en 2012 hubo un motín en el COMCAR y ya no pudimos seguir ingresando", cuenta Carlos, rememorando lo acontecido hace poco más de diez años.
En 2015, el tema se pudo volver a encarrilar. "Post RWC de Inglaterra, lo hablé con Pino (Sebastián Piñeyrúa, en ese entonces presidente de la URU) y no sólo tuvimos el apoyo de la Unión, sino que generamos un gran impulso para poder llevarlo a cabo como un programa sustentado por el Ministerio del Interior", dice Carlos.
El programa se denominó "Pelota al Medio de la Esperanza" y tuvo un aditamento: ya no era sólo para las cárceles, sino también para las escuelas.
Pelota al medio
"Fue un cambio de paradigma; buscábamos llegar a chicos de los lugares más vulnerables para mostrarles las bondades del deporte -no sólo del rugby. Una de las resultantes iba a ser ayudar en la educación y formación de los chicos. De esa manera, apuntábamos a bajar el nivel de ingresantes a las cárceles como efecto del trabajo mancomunado de todos".
El programa empezó a tomar vigor fundamentalmente en las escuelas, siendo muy bien recibido en las instituciones educativas. Comenzaron entonces a tener protagonismo más jugadores, incluyendo algunos de Los Teros, que se involucraron de lleno en esta tarea.
Danilo Botta, abogado, hombre de Trébol de Paysandú, es una de las personas que con más profundidad está inmersa en el proyecto. "Con la URU, y a través del programa, damos clases de rugby en escuelas que, habitualmente, están ubicadas en lugares de contexto social más vulnerable, a veces crítico".
"Una de nuestras satisfacciones es que, a través del rugby, los chicos dispongan de mayores herramientas para socializar, para desarrollarse y para crecer".
“Sin bien hay clases de muchos deportes a través de los facilitadores o maestros, nosotros le pusimos mucho énfasis al rugby. Queremos que los chicos reciban los ejemplos de los profesores que van todos los días. Los profes son jugadores que son los modelos a seguir. A través del trabajo, buscan que los chiquilines tomen la responsabilidad y el compromiso como algo que se ejercita y se trabaja".
Integración y convivencia
Alejandro Nieto, referente del Club Champagnat, tercera línea de Los Teros y capitán de Peñarol Rugby en la SLAR, es uno de los jugadores que está vinculado al programa y hace énfasis en esas dos palabras.
"Tratamos de llevar buenos hábitos y buenas conductas al través del deporte. Trabajamos en las escuelas en horario curricular y también lo hacemos en plazas públicas, a la vista de todos, que es también muy positivo porque los vecinos, los padres y todos pueden ver como se enganchan los chicos. Es un lugar ideal para desarrollar el programa", dice Alejandro.
Explica que el trabajo se realiza siempre "muy conectados con las Directoras, los maestros y los profesores de educación física de escuelas".
"Hay un seguimiento. Eso es muy valorable del programa en las escuelas. Tenemos muchos eventos donde hacemos actividades con los chicos. En el verano tienen una Colonia; son chicos que de otra manera no tendrían acceso a una actividad así. Entonces ese trabajo ininterrumpido, con ese seguimiento, acompañados por nosotros, maestros y profes de educación física, hace que el programa se mantenga muy activo y fuerte".
Emociones fuertes
"Un recuerdo sensacional que tengo y que además eriza la piel, es que en las eliminatorias para la RWC Japón 2019, pudimos ver a muchos de esos chiquilines bajar de los ómnibus para vernos jugar en el Charrúa, chicos que apenas dos años antes no sabían nada del rugby y que en ese momento estaban ahí, apoyándonos, saltando por Uruguay. Esos chicos nos gritaban '¡profe! ¡profe!'. Fue, y sigue siendo, algo fabuloso", explica Matías Benítez, coordinador del programa para la URU. Sanducero, hombre de Champagnat desde 2016 y jugador de Los Teros, junto a Alejandro Nieto y otros jugadores más del seleccionado, colaboraron y colaboran activamente con el desarrollo del programa en las escuelas.
"Empezamos en el Barrio 18 de julio, en Las Piedras, en una plaza de deportes con dos escuelas. Es un lugar bastante complejo y al principio sólo eran cinco o seis los chicos que se animaban a venir. Todos los lunes, a las 14h, iban esos chiquilines a la plaza. Sin embargo, el Día del Niño del 2016, coordinamos con las dos escuelas para organizar los festejos ahí. Ese fue un paso gigantesco en cuanto a convocatoria", explica Matías, rememorando lo acontecido.
"Al tiempo, arrancamos en Casavalle. Después en Malvín Norte, en la Escuela 350 y en la 326, cerca del Charrúa. Fuimos luego a Cerro Norte... El programa de las escuelas es sensacional. Digo 'es', aunque este 2020 viene medio complicado por el Covid-19", señala.
Al igual que Ale Nieto, el pilar de Los Teros explica que la experiencia a veces lo sobrepasa en emociones. "¿Cómo explicarlo? Ves las caras de los chicos y te das cuenta", dice emocionado. "Unificamos grupos. Generamos sentido de pertenencia hacia la escuela, hacia la actividad deportiva, y eso es algo bárbaro".
También resalta que el hecho de "prestarles atención a los chicos, escucharlos, saber de sus inconvenientes, ayudarlos a que los expresen, a felicitarlos por pequeños logros y también ponerles límites y explicarles que hay cosas que están mal y no se deben hacer, también forma parte del programa. No es sólo a correr con la pelota y a divertirse un rato".
Así como el proceso de trabajo y de ensamble con los chicos fue paulatino pero ininterrumpido, también lo fue con sus padres. "Se empezaron a interesar, vinieron a preguntar, vinieron a interiorizarse y con eso, la cantidad de chicos fue en aumento. Por supuesto, siempre se puede mejorar la organización, estructurar mejor la logística, pero no podemos negar que estamos muy contentos".